Las palabras se las lleva el viento
Estos días tengo pocas ganas
de hablar, quizá pensaba que hablar se había convertido en una rutina
sin sentido, cuando hablas y nadie recuerda lo que dices, y nadie escucha las
palabras que salen de tu boca. Por qué difícilmente pueden recordar lo que dices, si ni siquiera
escucharon lo que hablabas. Pues como iba diciendo, no tengo ganas de hablar.
A veces he creído que tenía cosas que decir y esperaba, e
imaginaba el momento adecuado para contarlo. El momento podía ser romántico,
sensible, práctico o solo un momento, y ya. Nos vemos, hablamos, e incluso
puede que ni escuchamos ni nos veamos. Es una paradoja de la vida, habla y veo
y no escucho ni miro. Por lo tanto he
perdido las ganas de contarte mi historia, de contarte quién soy. Porque no soy
la persona que se espera de mí, porque no seré la persona que imaginaste.
La vida y la muerte me están desgastando. Autor, Mo Yan
(Premio Nobel).
Esta misma mañana terminé una docena de hojas que quedaron
sin leer ayer noche. Puedo decir que el libro es sorprendente, largo,
contagioso, excesivo en ocasiones y vital, especialmente vital.
Es una sátira divertida que la academia sueca valoró con el
nombre de “realismo alucinatorio”, me ha encantado y porque no decirlo me ha
alucinado. Era fácil decirlo con esas expresiones tan matizadas que se utiliza
en la academia, es fácil sentirse arrastrado por las palabras que ganan la
batalla de la literatura sobre la política.
Y olvidaba decir que MO Yan, pseudónimo de Guan MoYe quiere
decir “no hables” ¡¡¡ que coincidencias tiene la vida¡¡¡
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